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Alumnos de U-tad que dieron una segunda oportunidad a la Ingeniería del Software

Estudiar una ingeniería del software suele ser una cuestión de vocación. Quien quiere ser ingeniero lo tiene – casi – decidido desde muy joven. Sin embargo, sobre la formación en este sector planea la sombra de muchas experiencias universitarias negativas que, en ciertos casos, se llevan por el camino ilusiones y años de estudio. Hay quienes, tras sufrir los estragos del periodo universitario, deciden abandonar sus estudios. Otros prefieren darle una segunda oportunidad a la ingeniería del software cambiando de centro y eligiendo aquel del que puedan aprender sin miedos, sin exigencias mal entendidas ni frustraciones.

Hablamos con tres estudiantes (actuales y antiguos alumnos) del Grado en Ingeniería del Software de U-tad que estudiaron en otra universidad, abandonaron sus estudios en ella, y acabaron apostando por nuestro modelo formativo. Estas son sus experiencias:

María Gómez de Lacruz

María Gómez de Lacruz, alumna de 2º del Doble Grado en Matemática Computacional e Ingeniería del Software de U-tad

Hace unos años empecé a estudiar Matemáticas en una universidad pública, pues desde pequeña me han gustado y se me daban bien. Inmediatamente me di cuenta de que iba a ser mucho más complicado de lo que pensaba: mucha teoría, profesores muy distintos y despreocupados, pocos trabajos…, lo que me hizo darme cuenta de que no tenía tanta vocación como el resto de mis compañeros. A esto se sumo que mi primer curso fue interferido por la pandemia, una situación que la universidad no supo gestionar adecuadamente y que dio paso a muchos problemas, especialmente con las clases online.

La asignatura de programación con Python era la que más me costaba, ya que sentía que el profesor explicaba suponiendo que todos partíamos de una base, cuando no era así. Además, los trabajos que hacíamos no los corregía, por lo que tampoco se nos daba la oportunidad de mejorar. Esto por no hablar de que los exámenes eran en papel, siendo esta una asignatura para la que hacía falta sí o sí un ordenador.

Cuando ya empecé a mirar otras carreras que también tuviesen matemáticas encontré el Doble grado en Ingeniería de Software y Matemáticas Computacionales, y aunque entré con miedo, pues la única experiencia con un lenguaje de programación había sido nefasta y me había dado cuenta de que no quería estudiar matemáticas puras, cuando hice la entrevista me comentaron que la carrera iba a tener un enfoque mucho más práctico y aplicado, y así está siendo.

Ahora, en segundo de carrera, estoy disfrutando de la programación y de las asignaturas relacionadas con las matemáticas y haciendo trabajos y prácticas aplicadas al mundo real, al mismo tiempo que cuento con el apoyo de todos los profesores, que se arman de paciencia para resolverte cualquier duda.

Virginia López

Virginia López Gil, alumni del Grado en Ingeniería del Software de U-tad

Yo empecé estudiando Ingeniería de Telecomunicaciones en una universidad pública. La verdad es que no me gustó nada, pero me di cuenta de que me interesaba la programación. Por eso decidí cambiarme a Ingeniería del Software, pensando que en esta carrera daría muchísima más programación. De nuevo, en la pública, cuando llegué me encontré que apenas tenía varias asignaturas de programación los dos primeros años. Me desanimó mucho. A parte de eso, no nos daban buenos estándares del código ni nada que fuera estimulante, y eso que programar lo es, y mucho.

Fueron años muy duros, muy tristes y de muchísimo estrés en los que me planteé cada día que la ingeniería no era para mí. Hasta que me dije: “no, esto no puede ser así, seguro que hay universidades que realmente se centran en lo que de verdad es importante en una ingeniería del software, que es el código, programar, los buenos estándares, etc.”. Encontré U-tad y me encantó.

Pasé de no gustarme la universidad ni lo que hacía, a disfrutar, saber hacia dónde iba, mejorar, ver cómo mi esfuerzo salía adelante y mi código cambiaba inmensamente de un año a otro. Fue estupendo. También fue un cambio de vida pasar de un sitio donde nadie te hacía ni caso – donde si no entendías nada era tu problema y la frustración es inmensa -, a un sitio donde los profesores están trabajando en lo que enseñan y te pueden transmitir cómo funciona el mundo laboral antes de que termines tus estudios.

A parte de eso, yo me sentía muy abandonada en mi anterior etapa. Si tenía algún problema lo tenía que resolver conmigo, sola. En U-tad primero te dejan pelearte con el problema pero, si no lo entiendes, los profesores están a tu lado, es una maravilla. Esa ha sido mi carrera.

Normalmente cuando me preguntan si volvería a estudiar ingeniería, en mi cabeza aparece un ‘no’, pero es por los años tan malos que pasé en la pública. Si hubiera estado desde el principio en U-tad, mi respuesta sería un sí directo.

Cuando hice el cambio mucha gente me decía que no me arriesgara. Yo digo que cada año cuenta, por lo que perder el tiempo en algo que luego no te va a servir laboralmente no merece la pena. Merece más la pena hacer ese cambio, aunque tengas que repetir algunas asignaturas, si luego vas a estar en una universidad que realmente enfoque las asignaturas en algo que te va a servir laboralmente y en algo en lo que realmente tú te vas a sentir bien y realizada.

Soy consciente de que mucha gente está sufriendo ese periodo en el que tener que decidir y enfrentarse a lo que opinarán otras personas. Me encantaría que toda al gente que se siente atrapada, triste, estresada – como yo estaba en su día en la pública – viera el cambio que puede ser su vida cambiándose a una universidad donde realmente te van a enseñar cómo va a ser tu futuro, donde aprendes y trabajas mucho. Cuando salgas al mercado laboral nadie va a enseñarte. Recomiendo a esas personas que den el paso, es un cambio de vida para siempre. En lugares como U-tad hay valores y pilares que vas a aprender de gente muy profesional y de profesores tan buenos que te van a servir luego para toda la vida. Yo sigo utilizando todos los conceptos que aprendí en U-tad y no puedo estar más contenta.

Cuando llegué a U-tad encontré que todos los profesores tenían el mismo entusiasmo que yo, incluso más, que me demostraban cómo todo lo que aprendía me iba a servir para mi futuro, que era lo que yo quería, y la verdad es que fue un sueño hecho realidad. Poder estar en una universidad con tan buen ambiente, estudiando lo que yo realmente quería y, lo más importante, volviendo a casa todos los días feliz, porque era lo que yo quería hacer, fue muy positivo. El conocimiento que he adquirido en U-tad en la universidad pública mis compañeros no pudieron adquirirlo. He podido implicarme en proyectos con los que soñaba trabajar de pequeña. Quién iba a pensar que podría haber entrado en un proyecto con Google, por ejemplo. Es increíble.

Lucas García

Lucas García Alonso, alumno de 3º del Grado en Ingeniería del Software de U-tad

Yo vengo de estudiar ingeniería en otra universidad, de un programa con una carga teórica muy amplia. Según pasan los años te das cuenta de que nada de lo que aprendes realmente se te queda, y después del esfuerzo y la frustración de suspender año tras año y ver que realmente no les importa que progreses o no, te empiezas a plantear si realmente estás en el sitio adecuado. Mis clases eran muy pobres, los profesores no nos prestaban atención, y supe que ese no era mi sitio.

Mi mayor preocupación era no salir preparado para el mundo laboral, por lo que tras varios años de no avanzar me puse a buscar una universidad que tuviera un programa cuya prioridad fuera la práctica y el trabajo en equipo. El programa de U-Tad fue el que más se adaptaba a lo que quería.

Con U-tad la visión cambia. Aquí trabajas y sacas adelante las asignaturas, con nota. Tienes una motivación mucho mayor. El ambiente también ayuda, ves que todo el mundo trabaja y se implica. Con los profesores la perspectiva también me cambió mucho respecto a mi primera experiencia. En U-tad la mayoría de los profesores están trabajando o han trabajado en empresa, por lo que sus clases siempre tienen esa perspectiva.

La diferencia es que antes mis profesores solo leían diapositivas con las que te dormías en clase. En U-tad hay que trabajar: aquí nada se regala. Si no te esfuerzas, te vas a casa. Y al final lo positivo es que los profesores en general tienen unos programas que son muy prácticos, por lo que siempre estás haciendo cosas, tienes prácticas continuas o algún proyecto que compaginas con lo que vas aprendiendo.

Al finalizar el primer semestre en U-tad me sentí con confianza suficiente para realizar unas prácticas extracurriculares con la empresa Olocip, y ahora estoy pendiente de renovarlas por lo bien que fue el primer período. Cogí esas prácticas por toda la motivación y preparación que he conseguido en U-tad. Nunca hubiera aceptado unas prácticas en otra universidad aun teniendo suficiente tiempo para hacerlas.

Ismael Rodríguez

Ismael Rodríguez Márquez, alumno de 4º del Grado en Ingeniería del Software de U-tad

Inicialmente comencé a estudiar ingeniería en otra universidad donde durante dos años mis cursos académicos se basaron en clases magistrales de lecturas de PDF por profesores desganados, con alguna pequeña chispa de esperanza que alumbraba en las pocas prácticas que no resultaban ser teóricas. Después de ese tiempo decidí cambiar de universidad intentando probar suerte y encontrar algo que se adaptara a mí. Sabía que quería seguir estudiando Ingeniería del Software, el problema era el modelo educativo en el que había estado formándome. Encontré U-tad, que vi como una alternativa con detalles que hacían una gran diferencia.

Al llegar a U-tad la mayor y más grata diferencia que encontré fue que los profesores dan clases por vocación, que disfrutan haciéndolo. Realmente les interesa. Se aprecia en la dedicación y las horas que echan para prepararse una clase. Además, la mayoría tienen trabajo en empresas relativo al campo en el que son docentes. Por mi experiencia, en otro tipo de universidad los profesores dan clase a tiempo completo, algunos llevan mucho tiempo en el mismo puesto -algo que puede cansar-, y eso se refleja claramente en cómo dan las clases.

Esto sumado a clases no masificadas, ya resulta un cambio abismal entre metodologías. No es lo mismo dar clase – como me ocurría anteriormente – en aulas con 120 personas, que con 30 compañeros como máximo. En el primer caso el profesor ni te conoce y no tienes que rendir cuentas a nadie más que a ti, por lo que es complicado a veces.

Sobre todo creo que la reducción de personas en clase ayuda a las personas que van desde bachillerato o desde un módulo a adaptarse mejor a la vida universitaria. Para mí los primeros años en la universidad fuera de U-tad fueron complicados. No quería ir a clase para ver diapositivas, para eso me quedaba en casa. Pero me gusta ir a clase, aprovecharlas al 100 % y en casa tener que repasar lo estudiado.

Por otro lado, también vi una gran diferencia en que en U-tad las asignaturas tienen proyectos y están bien integrados y sirven para reforzar los conocimientos vistos en clase. Aprender mucho de forma práctica, no simplemente memorizando. Sin duda, por todo esto que comento, volvería a elegir U-tad para estudiar Ingeniería del Software.

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