Centro Universitario de Tecnología y Arte Digital

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Gonzalo Bailador: “Las cosas que son difíciles de programar o que suponen un reto son las que me motivan”

#Elprofesordelmes: Gonzalo Bailador es profesor de Introducción a la Programación y de Algoritmos en U-tad. También es dinamizador de la comunidad de desarrolladores y lleva tres años siendo docente en nuestras aulas. Después de tanto tiempo inicia una nueva etapa profesional en Sony Bruselas, donde trabajará en biometría para móviles. Por eso hemos decidido que se convierta en ‘el profesor del mes’ de mayo. Sirva este pequeño texto de homenaje a alguien que, con empeño y dedicación, ha formado a nuestros alumnos con la idea de que asuman su futuro profesional con ilusión.

Nombre: Gonzalo Bailador.

Edad: 36 años.

Procedencia: Alcorcón (Madrid).

Estudios: Ingeniería Informática, Doctorado en Informática (y algo de Física).

Lo que quiere ser de mayor: Inventor (y cree que lo ha conseguido).

Desayuno preferido: Reñido entre el pan con tomate y jamón o las palmeras de chocolate.

Lo que más valora en el trabajo: el buen ambiente, formar grupo y que cada uno sepa lo que tiene que hacer.

Lo que no soporta en el trabajo: La gente que intenta escabullirse.

Lo que más le gusta en la vida: Viajar.

¿Friki?: De la programación, aunque no de nivel avanzado.

 

 

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¿Quién es Gonzalo Bailador según Gonzalo Bailador?

Soy una persona alegre y responsable. Cuando salí de la universidad y vi que las salidas profesionales que tenía después de hacer Ingeniería Informática eran hacer páginas web o trabajar con bases de datos, me di cuenta de que no me motivaba. Por eso me quedé en la universidad investigando. Estudio temas relacionados con biometría y bioseñales, aunque me interesa todo lo que no esté estudiado y en lo que se pueda seguir avanzando. Las cosas que son difíciles de programar o que suponen un reto son las que me motivan. Llevo trabajando toda mi vida en la universidad. Mi día a día, principalmente, es investigar y dar clase.

¿En qué momento de tu vida decidiste dedicarte al mundo tecnológico?

Cuando era pequeño veía a mis vecinos con ordenadores tipo Spectrum, yo no tenía. Lo pedía por Reyes y no me lo traían nunca. Cuando cumplí 11 años mis padres decidieron, por fin, comprarme uno, pero no querían que estuviera ligado a los juegos, así que tuve un PC, un 386. Lo consiguieron en una academia que estaba vinculada a empezar a utilizar el ordenador y al desarrollo. Empecé a programar primero en Basic, haciendo cursos, y después de manera autodidacta.

Lo que me gustaba era hacer juegos, gráficos… Por eso tuve que entender muchas cosas, tenía que trabajar a bajo nivel del ordenador y aprendí muchísimo. Cuando entré en la universidad, aunque tenía mis vicios, ya programaba bastante bien. Entonces tuve que decidir: ¿informática?, ¿teleco?, ¿físicas?, ¿geología? Y me decanté por la informática.

¿En tu familia había tradición tecnológica?

No, mi madre era secretaria y mi padre trabajaba en el ámbito de la automoción. Yo no recuerdo de dónde me vino la motivación. Tal vez de alguna revista o de verlo en la televisión.

¿En qué momento y por qué comenzaste a interesarte por la inteligencia artificial?

Primero continué mi formación con un doctorado en robótica. Estaba muy bien, me gustaba mucho, pero me di cuenta de que no iba a ningún lado porque los chinos hacen muy buenos robots y nosotros los hacemos mucho más caros.

Desde que estaba en la carrera quise aprender inteligencia artificial pero no me la enseñaron bien. Me quitaron, en parte, las ganas de estudiarla. Después, durante el doctorado, vi que para robótica hacía falta. Hacer que un robot vaya de un punto a otro es tan difícil que tienes que utilizar muchas técnicas de inteligencia artificial. Cuando vi que la robótica no tenía mucho futuro directamente me puse a trabajar en la parte de software en el área de reconocimiento de patrones e inteligencia artificial.

¿Cuál es el futuro de este ámbito tecnológico?

Está en todos los lados y va a ir a más. Ahora la tendencia es analizar todos los datos obtenidos a través de diferentes dispositivos, lo que se conoce como el internet de las cosas. Yo creo que luego derivará en que los ordenadores tengan interfaces mucho más humanas y casi no les haga falta un teclado.

También creo que puede moverse hacia la realidad aumentada. Tal vez un día no llevemos móviles – que nos quitan mucha atención-, sino que iremos viendo cosas virtuales a nuestro alrededor, podrán mezclarse con nuestra visión, las veremos a través de unas gafas e iremos incorporándolas en nuestro día a día.

Y, en tu opinión, ¿cuál sería la aplicación más útil de la inteligencia artificial?

Creo que la clave de la inteligencia artificial está en sectores más peligrosos. Una de las razones por las que empecé en robótica era porque había proyectos en los que se utilizaban robots para encontrar minas antipersona. Eso me parecía genial porque, de otra forma, la manera de encontrarlas es muy peligrosa y se tarda muchos años en analizar un área.

También me gustaría que se aplicara la inteligencia artificial para saber si los animales tienen un lenguaje. Muchas veces pensamos que los animales no son inteligentes, que solo hacen ruidos, pero a lo mejor tienen un lenguaje elaborado que nosotros no somos capaces de entender. Imagina que pudiéramos crear una interfaz que nos permitiera hablar con los delfines o traducirnos lo que están diciendo.

Hace unos días el hacker Román Ramírez planteó la cuestión: ¿llegará la inteligencia artificial a hackear un día?

La inteligencia artificial se puede utilizar para hackear, te puede ayudar a probar muchísimas cosas que una persona no puede hacer en un determinado momento, pero lo que se plantea en la pregunta es difícil. Una de las cosas que aún le falta a la inteligencia artificial es la creatividad, es algo que aún aportamos nosotros, el ser humano.

La persona es la que mira todo, intenta encontrar los fallos, pensar de una forma diferente, saltarse las barreras… Por eso, que una máquina se dé cuenta de algo cuando, al final, tú la has entrenado con datos, la has programado…es muy difícil. Le falta esa creatividad para buscar soluciones que no se han planteado. Aquí aún tenemos ventajas los humanos.

Durante tus clases en U-tad, ¿cómo planteas las lecciones de programación? (un sector en constante cambio, en el que aparecen lenguajes nuevos de forma habitual).

Lo que hacemos es enseñarles C++. Les podríamos enseñar Java u otros lenguajes más modernos, pero creemos que C++ está muy bien a nivel académico porque es lo más difícil que hay. Si les enseñas eso, que tiene toda la complejidad y base (punteros, clases, etc), no les cuesta tanto aprender otros lenguajes.

Hablando de U-tad y de tu pasión por los juegos, ¿te hubiera gustado contar con una opción como este centro?

Claro, a saber dónde hubiera acabado. En la facultad de Informática me quitaron las ganas del juego… así que me hubiera encantado, hubiera venido para acá seguramente.

 

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¿Cómo resumirías tu experiencia en U-tad durante todo este tiempo?

Me ha gustado mucho. Me ha gustado dar clase aquí porque tengo el número suficiente de alumnos como para hacer la clase más individualizada. Me sé el nombre de todos ellos, en qué nivel está cada uno y cómo les puedo ayudar.

Por otro lado, los alumnos son muy buenos, los trato “de tú a tú”, intento eliminar un poco la barrera para que no tengan ningún tipo de problema en consultarme, saber que han entendido una clase, que están atendiendo. Ir a clase, echarles la charla e irme no me gusta nada.

¿Qué te aporta tu parte docente?

Motivación. Intento buscar cosas que sean divertidas para los alumnos, me intento currar las lecciones porque cuando estás dando clase tienes que aprender más que ellos. Hay ciertos conceptos que no tienes tan claros y te toca reaprenderlos, te acabas formando, descubres cosas nuevas porque algún alumno te hace alguna pregunta que no te habías planteado y empiezas a buscar. La docencia me viene bien para afianzar conceptos.

¿Cuál crees que es la importancia de la docencia a la hora de enseñar en el área tecnológica?

Como profesores te explicamos matemáticas, física y otras materias que piensas que no vas a necesitar en la vida real. Lo que estamos haciendo es ponerte la cabeza grande para que luego puedas ser autodidacta, aprenderte un libro y enfrentarte a cualquier cosa de manera más sencilla. Que los chavales sepan cómo enfrentarse a un problema, donde tienen que buscar. Después, por supuesto, los estudiantes se tienen que estrellar contra los problemas y buscarles soluciones por sí mismos. Pero claro, necesitas esa primera fase, la base, y es lo que hacemos aquí. Hay que aprender a aprehender.

¿Cuáles son los principales retos a los que te has tenido que enfrentar como profesor?

Para mí la mayor dificultad es preparar una asignatura, hacer el temario y estructurarlo bien, pero he tenido suerte porque he contado con temas de otros años. Otro de mis retos es el de hacer prácticas atractivas para el alumno. Si le planteas prácticas aburridas te aburres hasta tú corrigiéndolas. Por ejemplo, en Introducción a la Programación, les planteo luchas entre guerreros o elfos, para que los problemas les resulten más interesantes. Para mí eso es muy trabajoso, pero me gusta.

En esa asignatura y en Algoritmos, incluso, utilizamos una herramienta que es un corrector automático que genera un ranking para ver quién ha resuelto algún problema antes, así puedes tirar de competitividad y motivar el trabajo. Hay que fomentar que la gente tenga ganas de hacer las cosas, que vea dónde puede aplicar lo aprendido.

¿Qué es lo que más te ha emocionado en estos años de docencia?

Lo que más me ha emocionado es ver que aquellos alumnos que no sabían programar han aprendido, y bien, gracias a mí. En el concurso de programación ‘Programame’ de Madrid, incluso, ganaron nuestros alumnos y los entrené yo. Eso te llena de orgullo… Eso y ver cómo los alumnos se quedan después de clase simplemente por practicar, sin esperar nada a cambio, solo por aprender.

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